Todos estamos más o menos de acuerdo en que lo que determina la violencia y profundidad de la crisis actual es la existencia de una enorme masa de crédito respaldada por activos sobrevalorados. ¿Hasta qué punto? Bueno, lo explicaba fenomenal, como casi siempre, Martin Wolf en su columna en Financial Times del pasado miércoles: a cierre del tercer trimestre de 2008, la deuda norteamericana, país sobre el que centraba su análisis al ser el epicentro del terremoto que nos sacude, suponía un 358% de su PIB, por encima del 300% que condujo a Estados Unidos a la Gran Depresión. Por traducirlo al román paladino, por cada unidad de riqueza de la nación, el Estado y el sector privado deben 3,5 (no ha habido sustanciales variaciones en estos cuatro meses). No está mal. Pero no se vayan todavía, que aún hay más. Wolf recordaba en esa misma pieza que, frente a lo que había ocurrido en los años 30, o incluso en el Japón en los 90, los titulares de dichos créditos no son principalmente miembros del tejido empresarial no financiero, sino los propios bancos, por una parte, y los particulares, por otra. Hagamos aquí un primer punto y aparte.
Ahora, un poquito de matemáticas para principiantes. Dado que tal porcentaje se obtiene de un cociente o división, su minoración sólo se puede producir bien mediante un aumento drástico del denominador, esto es: del PIB, bien a través de una reducción igual de radical del numerador, es decir: de la deuda del sistema. O bien mediante la acción conjunta de ambos a la vez, claro está. Debido a que lo que se espera en 2009 no es un aumento del Producto Interior Bruto de las economías desarrolladas, sino más bien todo lo contrario, podremos concluir salvo error u omisión por mi parte, que todo puede ser, que reparar el desaguisado actual pasa por llevar a cabo un recorte sustancial de la financiación ajena, tanto pública como privada. Sobre la primera, ya saben cuál es la visión comúnmente aceptada por los políticos para resolver esta crisis: keynesianismo a tope con dinero prestado. Más madera, es la guerra. Eso hace que, si se quiere actuar sobre la raíz de la situación actual, haya que emplearse aún más a fondo sobre el apalancamiento privado, deuda que se encuentra, sobre todo y tal y como hemos señalado ya, en el debe de entidades financieras y consumidores. Segundo punto y aparte.
Ahora que a las autoridades correspondientes se les llena la boca con el vocablo crédito, reclamando su uso a diestro y siniestro, es oportuno, a raíz de lo anteriormente enunciado, señalar lo siguiente: uno, que carecen de legitimidad para hacerlo, toda vez que no se trata ésta de una burbuja que apareciera de la noche a la mañana sino que ha sido el resultado de un proceso plurianual que ha contado con su complacencia;dos, su omisión cobra aún más relevancia por el hecho de que el bancario es un negocio regulado y supervisado, a través de un marco que, actuaciones delictivas aparte, ha permitido a las entidades financieras maximizar su retorno dentro de él; tres, que no es momento de perpetuar lo erróneo sino de ajustar el tamaño del crédito a las necesidades reales de la economía: menor importe global y de mejor calidad. Cualquier mensaje en sentido contrario no es sino una gran mentira que sólo se la cree quien la pronuncia; cuatro, el papel de los bancos es fundamental en su doble condición de acreedores y deudores del sistema y ser titulares de prácticamente la totalidad de la financiación de los particulares; cinco, hasta ahora se ha salvaguardado, mediante avales y tipos bonificados, medidas de carácter provisional, el pasivo bancario en la creencia de que el ajuste a la baja iba a venir por el lado del activo.
Seis, el cierre de determinados mercados y el deterioro de las garantías y de la capacidad de repago han provocado la inconsistencia de tal suposición y han afectado a la solvencia de las entidades; siete, si antes no había liquidez pero sí solvencia, ahora ocurre lo contrario: el miedo de las entidades tiene nombre de nuevos requerimientos de capital; ocho, este entorno provoca que se maximicen las cautelas, al no poderse evaluar con exactitud la verdadera calidad de la cartera crediticia en vigor; nueve, como prueba la constante sustitución de activos reales por otros que no lo son, fundamentalmente inmuebles; diez, esto hace que la nueva financiación concedida dispare su precio para compensar, retrayendo el crédito; once, tal y como están las cosas, desempleo y colapso inmobiliario, las condiciones de financiación a terceros se modifican drásticamente, lógico, en cuanto a las posibilidades económicas del solicitante y al porcentaje de financiación sobre la prenda, lo que condiciona la demanda; doce, es verdad que la oferta se ha endurecido y que las peticiones se han retraído, dos caras de una misma moneda y proceso necesario de vuelta a la racionalidad; trece, no es cierto, por el contrario, que haya caído la solicitud de dinero para circulante ni está justificada la negativa de los bancos a concederla a compañías solventes a precios razonables.
Catorce, el gobierno debe fomentar la actividad crediticia en el marco establecido en el punto tercero; quince, no puede exigir crédito indiscriminado e irracional por el hecho de prestar su ayuda a la banca, sería perpetuar el problema; dieciséis, sin embargo debe ser avalista parcial, para mantener el incentivo de la banca comercial, de aquellos proyectos solventes que ésta le presente lo que simultáneamente permitiría bajar el tipo de aplicación a los clientes; diecisiete, igualmente habría de bonificar, del modo que se determinara, aquella financiación privada destinada a la mejora del capital humano y productivo español, educación e innovación, principalmente;dieciocho, la administración, dando ejemplo y poniéndose al corriente de todos sus pagos como medida preliminar, facilitaría la gestión del circulante mediante un mecanismo de sustitución de riesgo privado por público a través del uso de instrumentos financieros de corto plazo; diecinueve, la autoridad correspondiente tiene que supervisar de modo estricto cuál es el uso alternativo frente al crédito que están dando los bancos a su liquidez, a qujé precio y con qué riesgos, con objeto de identificar cambalaches peligrosos a futuro; veinte y último: modelos que han funcionado en el pasado, tienen más posibilidades de éxito en las circunstancias presentes, vuelta la burra al trigo. Buena semana a todos.
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